El cuadro de Joseph-Benoît Suvée «Butades o el origen de la pintura» (1791) representa a una joven mujer de Corinto, hija de un artesano llamado Butades, que, con un carboncillo y siguiendo la sombra proyectada a la luz de una vela, traza en una pared la silueta de la cabeza de su amante, que está a punto de marcharse, para así conservar su imagen, o como dicta la tradición primitiva, también su alma.
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