mata, o innata, con la carne de gallina que se me vuelve a poner, mientras como moras, pienso en lo que decías hace unas horas, antes de bajar de la nube de rayos y antenas.
heridas en mi cabeza y en mi cintura, estos no son mis acordes, pero empiezan a sonarme, a ecos de un futuro individualista con derecho a disparar a ciegas, cuando no mire nadie.
harta que desata, una a una las verdades, que piensa que se ha perdido, mira al suelo y se encuentra, encajada en un ascensor de botellas.
esto antes salía solo, ahora se disuelve, las muescas del mecanismo de sinceridad y confianza se han desencajado, y puede que solo exista un color que las vuelva a unir.
dormir sola y ensayar el discurso que nunca estrenaré es lo mismo, mi cama es muy pequeña y la tuya está muy lejos.
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